21 ene 2012

El año del fin del mundo

Profecías apocalípticas, caída de devastadores meteoritos, terremotos y tsunamis capaces de borrar ciudades enteras de la faz de la tierra, códigos secretos, revelaciones místicas, acelerador de partículas… Estas son algunas de las recurrentes conjeturas que aparecen puntualmente al ritmo de cada campanada de fin de año.

Las predicciones sobre el fin del mundo son abundantes en todas las culturas, religiones y civilizaciones. En el año 79, la erupción del Vesubio sepultó la ciudad de Pompeya y en la antigua Roma se interpretó como un aviso de que el fin estaba cerca. En el libro del Apocalipsis, San Juan anuncia “la bestia que subirá del abismo” (11:7 y 17:8) “cuando fuesen cumplidos mil años” (20:3). Europa vivió aterrada la llegada del primer milenio, pero la fecha pasó sin que se produjera ningún suceso trágico que pudiera relacionarse con este aniversario.

fin-mundo--644x362Asteroide impactando contra la tierra.

Nostradamus (1503-1566), un clásico para especular en torno a las teorías del fin del mundo, predijo que llegaría “tras un gran conflicto”. Pero las revelaciones que circulan por internet no están nada claras y se prestan a múltiples interpretaciones.

Los miedos bíblicos asociados con la numerología surgieron en 1666. Se vaticinaron grandes catástrofes en un año dominado por el “666”, número relacionado con el demonio. Un incendio asoló Londres en septiembre y algunos vieron en ello la mano del mismísimo Satanás.

Uno de los principales candidatos para terminar con la Tierra son los meteoritos. A finales del siglo XIX se descubrió que la cola del cometa Halley estaba compuesta de un cianógeno capaz de ocasionar la muerte de la civilización. Los astrónomos informaron que en 1910 la órbita de la tierra atravesaría la cola del cometa. Los periódicos alertaron sobre el riesgo de una intoxicación planetaria, y algunos avispados hicieron su agosto vendiendo miles de mascarillas para protegerse del gas. El Halley pasó, como cada 76 años, dejando un hermoso espectáculo celeste.

Finmundo Mayan_CalendarCalendario maya.

Frustrante final del mundo fue el llamado “efecto 2000”, según el cual todos los ordenadores –computadoras– colapsarían con la llegada del nuevo milenio, provocando un desplome informático sin precedentes de gravísimas consecuencias. Por enésima vez, las apocalípticas predicciones fallaron.

Este 2012 será el año definitivo. Los agoreros, videntes, augures y pitonisas conjeturan más hipótesis que nunca para que nos vayamos al carajo antes de comer las uvas del próximo. La fecha marcada en rojo es exactamente el 21 de diciembre, día en que se cumplirá la primera de las siete profecías mayas: “la tierra, tal y como la conocemos hoy, se destruirá”. Su lectura experta indica que no se trata del final sino del advenimiento de una nueva era entendida como sea, al modo de aquellas gentes. Sin embargo, la idea del apocalipsis parece más atractiva. La maquinaria turística mexicana se frota las manos calculando por millones los visitantes a la península del Yucatán, cuna de esta civilización.

Diego 4 Julio 07 r1Dos expertos en aceleración de partículas esperando el fin del mundo.

Por si no fuera suficiente, también está previsto un aumento de la actividad solar, con un riesgo importante para las telecomunicaciones. Hay quien piensa que el culpable de la desaparición de nuestro planeta azul será el gran acelerador de partículas de Ginebra y que todos seremos engullidos por un agujero negro generado al colisionar con la máxima potencia millones de protones, neutrones, ostiones y bosones de dios, en una versión moderna del miedo de siempre.

Para un final tan aciago, mejor hubiera sido que Noé y su comitiva hubiesen perdido el barco.


7 ene 2012

Manlik

La reserva amanece hoy extraña, bajo una intensa lluvia de verano austral. Los matorrales de ramas retorcidas de mi mustia llegada, miembros artríticos sin agua ni color, pastos raídos, se asoman esta mañana, verdes, húmedos y sonoros, a la luz recién estrenada que lucha por abrirse paso en el cielo plomizo del Makalali. El milagro de un nuevo día, una vez más.

Hoy no vendrá con esta lluvia. Tiene una piel tersa y suave que me deja acariciar como disfrutando del inusual afecto. Sus ojos claros e inteligentes, astutos, de felino salvaje, te miran –o tal vez te admiran– con un destilado de nobleza y lealtad. Llueve con fuerza. Hoy no vendrá.

Abro la puerta sin convicción. Me sorprende verle ahí fuera, fiel a la cita, empapado y chorreando. Tengo que hacerle un gesto con la mano para que se atreva a entrar. Comienzo a secarle con mi toalla naranja y me agradece el detalle en el idioma sincero de su mirada.

ManlikSe llama Manlik, que en afrikáans significa “macho”. Es un joven guepardo de silueta estilizada, patas interminables –el más rápido corredor del planeta–, cabeza pequeña y cuello fino. Su historia no difiere mucho de la de otros animales en rehabilitación: un ranger lo encontró malherido, lo trajo al centro y el veterinario lo recuperó. Ahora vive en semi-libertad. Desaparece cuando quiere, pero siempre vuelve. No falta nunca para el desayuno.

Mi habitación es una suerte de multiusos que he ido acomodando con un par de mamparas y una mano de pintura para que me sirva de dormitorio con baño incluido y lugar de trabajo. El cuadro se completa con una cafetera eléctrica –todo un lujo acá– y una pequeña alacena, bajo llave, a salvo de los monos, donde guardo algunas provisiones para el desayuno. Almuerzo y cena, los comparto con los rangers.

Una mañana, Manlik se coló atraído –digo yo– por el aroma del café o, simplemente, porque estaba la puerta abierta. El caso es que se sentó, arrogante, sobre sus patas traseras, a mi izquierda, mirándome con los ojos más inteligentes que he visto jamás, mientras yo satisfacía mi gula con un par de galletas oreo, de esas recubiertas de chocolate, que suelo comprar en el Spar de Hoedspruit para endulzar el desayuno. Le acerqué una a la boca con el temor de que desaparecieran a la vez, en el mismo bocado, la galleta y mi mano. No fue así. El animalito –aún no le había puesto nombre– tomó la galleta con mucho cuidado, debió parecerle una deliciosa golosina y me dedicó una franca mirada como de complicidad y agradecimiento. Luego me lamió la mano, tal vez en busca de algún residuo de chocolate o como para reiterarme su gratitud.

cheetah6Desde aquel día, la escena se repite cada mañana. Se sienta, sosegado y seguro, a esperar que yo comience a desayunar, se zampa despacio las dos galletitas, saboreándolas, y se queda un rato conmigo, tumbado a mi lado. A veces se duerme unos minutos, bosteza un par de veces, se estira y se va, no sin echarme antes una última ojeada, como para asegurarse de que sigo ahí.

No sé qué pensará él pero, para mí, Manlik es ya uno de mis más nobles y leales amigos. Algo interesado, sí, pero mucho menos que la mayoría de los homo –et mulierem– sapiens, ordinarios, petimetres, cretinos, maleducados, mediocres e hijos de puta que, con algunas variantes y excepciones, conforman nuestra sociedad.

Cuando tenga que volver a ella, te echaré de menos –te extrañaré–, Manlik.

 


IMÁGENES: Arriba, Manlik por la mañana caminando por la pista. Abajo, esperando la hora del desayuno.

Contrariamente al león o al leopardo, el guepardo es fácil de domesticar. Akbar el Grande, emperador mogol de la India, los utilizaba para cazar. Todo un espectáculo verlo correr a casi 100 km/hora.