24 dic 2011

Tarde de fútbol

Hace algunos años, cuando la vida me llevó a zascandilear –es solo un decir– por Arabia Saudita, las calles de Riyadh, no tenían nombre ni los edificios número. Cuando uno quería ir a cenar a un restaurante poco conocido, facilitar la inexistente dirección al taxista era el primer y a veces insuperable problema. Imaginen algo así como “por la carretera de Abu Suwaitif, la segunda entrada a la izquierda, nada más pasar la mezquita de Al-Alrum; luego la primera a la derecha y en la esquina del Saudia Bank doblar hasta llegar a un descampado donde hay un anuncio grande de Toyota; allí enfrente”.

Taxista RiyadhAlgunos taxistas apenas entendían el inglés, se intercambiaban consultas a pleno pulmón en plena calle y con demasiada frecuencia resultaba imposible encontrar el lugar. Imagino que, con los teléfonos móviles, el messenger y el GPS las cosas habrán perdido la emoción y el romanticismo de entonces.

En cambio, en Hoedspruit, todas las calles están cuidadosamente rotuladas y los edificios numerados, aunque en la práctica no se necesita nada de eso. Todo el mundo conoce aquí a todo el mundo. Por ejemplo, ayer quise salir a cenar. Hay dos restaurantes: el “Cala la Pasta” –cocina italiana– y el “Ollies” –italian cuisine–. Ni uno más. En los dos, soy un cliente considerado.

Rest Cala la PastaEn el “Cala” me gusta cenar en la terraza de madera, muy acogedora, que tiene alrededor unas antorchas ardiendo para ahuyentar a los insectos y un televisor grande de plasma donde esta noche anuncian el partido del Barcelona contra el Getafe. Me elijo cuidadosamente la mesa para ver bien el fútbol y, al tiempo, evitar volver al lodge oliendo al humo de los hachones, por si un cambio repentino en la dirección del viento.

En la barra, ocho o diez turistas de la tercera o cuarta edad, escuchando el piano de Lissa, una morenita que toca muy bien, canta con una voz fresca, y de ningún modo hace honor a su nombre: tiene unas curvas de felino. Debe ser el cumple de alguna antigualla del grupo y acá estamos todos cantando el happy birday to you. Me pido un vino para pasar el rato y me sirven dos por lo del happy hour, con una bandejita generosa de cacahuetes. Buen síntoma: parece que todo irá de happy esta tarde.

Lissa termina la primera parte de su actuación y viene a sentarse conmigo. Nos conocemos desde hace pocos meses, pero nos llevamos bien. Se toma el vino que me han puesto de propina y empieza el partido. Los de la barra no están interesados en el fútbol y solicitan a Lissa que continúe. Como son más, la tele se queda sin audio y Lissa se arranca con As time goes by. Los octogenarios aplauden a rabiar. Llega Robyn, una ranger de la reserva, y me apuesto con ella los cacahuetes a favor del Getafe.

232090_gdMe entretengo haciendo estadística. Messi se va al suelo cada vez que pierde el balón. Como es sobrino de Platini, el delantero espera siempre un detallito por parte del árbitro. Alves protesta airadamente todas y cada una de las faltas que le pitan. Xavi y Puyol se van haciendo viejos. En esto, gol del Getafe y los cacahuetes a salvo. Robyn me pregunta si Ronaldo es mejor que Messi. Le digo que los dos juegan muy bien al fútbol, pero Ronaldo es un atleta y Messi un alfeñique. Luego hablamos de Guardiola, al que cierta prensa llama “hipócrita” y “meacolonia”. Aseguran que el guardiolismo es el zapaterismo aplicado al ocio. Ambos reparten postmodernidad y alfalfa para los borricos.

El Barcelona ha perdido y yo he terminado de cenar.


IMÁGENES: Arriba, en Riyadh, mejor si el taxista es indio o paki; evitar a los saudíes, sobre todo si eres mujer y vas sola. Centro, la terraza del “Cala la Pasta” en Hoedspruit. Abajo, Leo Messi en una de sus interpretaciones favoritas: “¡mamá, pupa!”.

10 dic 2011

La danza de las cañas

La tradición lleva gafas de sol y un viejo Nokia prendido en un cinturón de piel de cabra. Y tiene un descaro que asusta. Lumasha, 15 años, se ha arreglado el pelo al milímetro y viste de azul, blanco y amarillo. Lo de “viste” es un decir. Una banda oscura cruza entre sus pechos y deja al descubierto casi todo su torso. En la mano derecha sostiene un cuchillo que avisa de su condición de virgen. Pero de inocente no tiene un pelo. "¿España? ¡Fernando Torres es muuuy dulce!", grita entre las risas de sus amigas. "A mí me gustan los españoles”, suelta con descaro. Todas se ríen con ganas.

virgenes_suazilandia_reuters--644x362La imagen de cientos de jóvenes vírgenes bailando la umhlanga o “danza de las cañas” bajo la atenta mirada de su rey quien, de entre todas, elegirá su decimocuarta mujer, podría tener su punto de exotismo tribal si no fuera porque detrás se esconde una aterradora realidad.

Mientras Mswati III de Suazilandia elige nueva esposa, su país se consume. Cerca del 40% de la población adulta padece SIDA, la esperanza de vida no supera los 40 años, los huérfanos son legión, dos tercios de la población del país –unos 1,37 millones de habitantes– sobreviven con menos de 0,60 euros al día, no posee ninguna economía viable y los inversores extranjeros se retiraron hace tiempo.

Detrás de este desolador panorama hay un solo responsable. Sin gestión ni visión, el último monarca absoluto del continente africano usa y abusa de sus reales derechos. Los partidos políticos están prohibidos –¿para qué servirían si nunca ha habido elecciones?–, la prensa pública solo difunde información controlada y validada por las autoridades. El Times of Swaziland, único periódico privado de país, se enfrenta a grandes dificultades para acceder a la información oficial. La autocensura está generalizada y la crítica –inimaginable– es delito.

6215122953_e354a71c3eLa danza de las cañas es un rito de iniciación por el que debe pasar toda joven en este país. El sexto día de la tradición culmina con el baile frente al rey. Primero se presentan ante la reina madre o Indovuzaki (literalmente Gran Elefanta) y luego bailarán ante el monarca, desnudas de la cintura para arriba. Este año danzaron cerca de 60.000 muchachas –vírgenes solteras de 4 a 25 años– ataviadas con collares, faldas cortas y largas borlas que denotan su disponibilidad para casarse. El rey puede elegir una doncella para hacerla su prometida.

La mayor parte de las chicas parece disfrutar del acontecimiento. Tras la danza, la fiesta continúa. Entre los lugares especialmente apreciados está un río cercano donde las niñas se bañan desnudas durante la madrugada, y una fuente termal famosa por sus orgías sexuales, la bien llamada “fuente de los abrazos”. Sin embargo, los preservativos están prohibidos, algunas chicas son violadas por sus acompañantes y otras permiten que los hombres usen sus cuerpos a cambio de alimentos.

Suazilandia depende en gran medida de la ayuda internacional, lo cual no impide que el monarca envíe de compras, al menos una vez al año, a varias de sus esposas y decenas de servidores a Francia e Italia o Dubai y Taiwan utilizando dinero de las arcas del estado o que gaste en su avión privado el doble del presupuesto destinado a la sanidad, mientras atiende a una tradición que acabará por enterrar a su pueblo.

Refractario a la polémica, en mayo compró varios Mercedes blindados y el pasado año celebró por todo lo alto su 40 cumpleaños y el 40 aniversario de la independencia del país. En medio de una miseria generalizada, el rey dispone de una fortuna personal cercana a los 200 millones de euros y, además, recibe unos 15 millones de euros anuales para el mantenimiento de su numerosa familia.

Según el diario Mail & Guardian, su decimosegunda esposa ha pedido ayuda a Sudáfrica para poder salir del palacio, donde se encuentra retenida desde hace un año. Fue confinada después de que se hiciera público el –supuesto– romance que mantenía con un ex ministro de Justicia de Suazilandia, aventura rápidamente desmentida por la interesada, la princesa Nothando Dube, que cuenta con pasaporte sudafricano gracias a su padre.

Ser mujer es una tarea terriblemente difícil porque consiste, principalmente, en tratar con hombres. Por más que alguno de ellos sea rey.

 


IMÁGENES: Arriba, una multitud de jóvenes preparadas para iniciar la “umhlanga”. Centro, con el cuchillo –de plástico- en la mano derecha en su condición de virgen. Abajo, el rey Mswati III de Swaziland. Obsérvese el cinturón, situado por debajo del ombligo.

FUENTES: Para la elaboración de esta entrada se han consultado las fuentes que siguen: Mail & Guardian (Sudáfrica), The Time (Reino Unido), Times of Swaziland (Suazilandia), ABC, El Mundo, La Vanguardia y 20 minutos (España), Reporteros sin Fronteras, Suazi.com, Wikipedia, CIA Report y el Country Strategic Paper de la Comisión Europea.